Noticia tomada de El Periódico
El cambio climático se ha convertido en el nuevo parámetro bajo el cual se miden las acciones en torno al medio ambiente. Y no es en balde. Sus efectos son particularmente graves para un país como el nuestro, considerado uno de los más vulnerables del planeta.
En la década de los setenta del siglo pasado, en medio del renacer de la conciencia ambiental mundial que se originó en EE. UU. con hitos como la celebración del primer Día de la Tierra, se hizo célebre la siguiente frase: “Piensa globalmente, actúa localmente”.
Durante la conferencia Adaptación al cambio climático: un reto para el desarrollo de Guatemala, organizada por el Programa Regional de Cambio Climático de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), en alianza con la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), este aspecto salió a relucir por medio de las diversas presentaciones en donde, además, se dieron a conocer los datos más recientes sobre la situación actual, efectos e impacto de este fenómeno en la infraestructura, recurso hídrico, condición humana, energía y sector agropecuario. “Este es el primer acercamiento entre la sociedad civil, la empresa privada y el sector público, para promover el diálogo y la agenda nación en el tema, además de identificar los vacíos y cuellos de botella” que existen, dijo Jason Seuc, de la Oficina Regional de Cambio Climático de USAID.
La academia
Según Edwin Castellanos, director del Centro de Estudios Ambientales y Biodiversidad de la Universidad del Valle de Guatemala, el más reciente informe del Panel Internacional de expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), dejó en claro tres cosas: “Que el planeta se está calentando; que el ser humano es el principal causante” y que, aún si se logra revertir la tendencia en las emisiones de dióxido de carbono, “sus efectos continuarán sintiéndose por lo menos durante todo el siglo”.
Lo que nos espera
Ante lo inexorable del fenómeno, ¿qué perspectivas le esperan a Guatemala? Paris Rivera, jefe de Investigación y Servicios Climáticos del Instituto de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), habló de cómo, durante los 40 años pasados, los periodos cálidos han ido en aumento en el territorio nacional, mientras disminuyen los fríos.
También han cambiado los patrones de lluvia que muestran “periodos cada vez más cortos”. El Insivumeh proyecta dos escenarios para el país en torno al cambio climático durante el siglo: en el más pesimista, cuyas predicciones coinciden a la fecha con lo expuesto por el IPCC, se habla de que el promedio de temperatura en el ámbito nacional para 2050 “subirá dos grados centígrados”. Para finales de siglo, la cifra podría subir a cuatro grados, un panorama desolador, según los expertos.
Con esas perspectivas, durante las décadas que se aproximan, sería la meseta central del país la más afectada. Los departamentos de Baja Verapaz, Sacatepéquez y Chimaltenango verían aumentar su temperatura y disminuir su régimen de lluvias. El Corredor Seco, podría disminuir su cantidad de lluvia hasta en un 70 por ciento, opinó Raúl Maas, subdirector del Instituto de Ambiente y Recursos Naturales de la Universidad Rafael Landívar; lo que se estaría viviendo, agregó, sería la “zacapanización de la región central” del país, fenómeno ante el cual las alternativas para sus habitantes serían “migrar, adaptarse o extinguirse”.
Los pobres
Alejandro Maldonado, secretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, se refirió a la clasificación que coloca al país como el “cuarto más vulnerable” frente al cambio climático en el ámbito global, cuyos efectos se ven exacerbados a causa de la pobreza que afecta a la mayor parte de la población.
Al citar el estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de 2014 sobre el cambio climático en la región, Maldonado agregó: “El reto es hacer sostenible el desarrollo económico”.
El argumento de la desprotección social y gran vulnerabilidad de amplios sectores de la población como disparador de los daños que produce el desorden climático en el país, fue recurrente. Jorge Cabrera, ambientalista y consultor de Asíes explicó como las tormentas, sequías, inundaciones, heladas y olas de calor que se perciben en diversos momentos del año “castigan” principalmente a las familias rurales expuestas a condiciones de pobreza y pobreza extrema, aunadas a las carencias de servicios básicos u oportunidades de desarrollo humano.
Las autoridades de Gobierno “han fallado en propiciar los procesos de capacitación, prevención o respuesta ante las emergencias de los más pobres quienes son los más afectados ante estos fenómenos”, dijo Cabrera.
“Desde hace décadas no se ve que existan inversiones estratégicas del Estado en el área rural”, recalcó por su parte Iván Buitrón, gerente de Desarrollo de la Asociación Guatemalteca de Exportadores.
Lo local
La lucha por disminuir los efectos destructivos del cambio climático está orientándose hacia una gestión sostenible del territorio que demanda un enfoque diverso. manejo de recursos naturales, desarrollo de medios de vida sostenibles, la reducción de la pobreza y la mitigación y adaptación al fenómeno.
José Joaquín Campos, director general del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza, (CATIE), se refirió a un enfoque que se ha venido desarrollando con múltiples socios y desde hace algunos años: “Les hemos llamado Territorios Climáticamente Inteligentes, y son parte de una propuesta que hizo la FAO sobre el sector de la agricultura para que estuviera preparada frente al cambio climático y no dejara de ser productiva”
Desde el CATIE, “lo vimos más allá”, agregó, como una necesidad de trabajar no solamente en la agricultura, sino “con todos los actores involucrados en un territorio”.
La visión la resumió así: “El mundo necesita un millón de arcas y de Noés para enfrentar el gran desafío climático. A mí me gusta ver a los territorios climáticamente inteligentes como esas arcas que permitan restaurar el planeta y resolver este problema. Se necesita también a millones de actores locales que se conviertan en agentes de cambio en sus territorios”.
Los indígenas
Ramiro Batzín, representante de pueblos indígenas ante el Consejo Nacional de Cambio Climático, se refirió a las tareas pendientes para afrontar el fenómeno en el país, tomando en cuenta el valor de los conocimientos ancestrales mayas.
“Si bien se reconoce a Guatemala como un país megadiverso, la parte natural la estamos trabajando, pero la cultural aún espera a que se le reconozca”, reiteró. Y sin eso es difícil lograr esa aproximación hacia el medioambiente que tome en cuenta lo “local”.
Guatemala puede ser uno de los países que avancen mucho en la planeación estratégica de sus recursos naturales. Puede ser. Pero antes “debemos reconocer que tenemos dos sistemas, dos ciencias, la occidental y la maya”.
El sector privado
Juan Carlos Zapata, director de la Fundación para el Desarrollo, se refirió a un estudio llevado a cabo en el ámbito latinoamericano el cual “muestra indicadores de cómo las instituciones de diversos países, por medio de la política pública, impactan la salud, calidad del aire, agua y saneamiento, los recursos hídricos… que permitan mejorar la calidad de vida y también el cuidado del hábitat y los recursos naturales”.
Guatemala, que ocupó la posición 98 entre 178 países, vive en condiciones de pobreza, lo cual impacta, entre otras, la tala de árboles, “y las instituciones no están protegiendo las áreas protegidas, ni las municipalidades están tratando el agua para generar saneamiento”.
De acuerdo a Zapata, prioridades como el impacto a la salud “deben atenderse para poderle hacer frente al cambio climático”.
65 Por ciento de la energía producida en el país proviene de fuentes renovables.
47 Dólares por megavatio fue el costo de la generación eléctrica en 2014.
50 Por ciento han disminuido los bosques desde 1977.
5 Grados centígrados podría aumentar la temperatura promedio de Guatemala a 2090.
70 Por ciento podría verse reducida la precipitación en el corredor seco hacia mitad de siglo.
2 Millones de hectáreas de bosque natural tiene la Reserva de Biosfera Maya, en Petén.
Carlos Rigalt C.
Fotografía tomada de El Periodico