La evidencia disponible muestra que el cambio climático tiene consecuencias económicas y sociales sobre la biodiversidad y, en general, sobre el bienestar de la población y que será uno de los grandes condicionantes del estilo de desarrollo durante el siglo XXI (IPCC, 2007; Stern, 2007). Esta evidencia señala, además, que los ecosistemas y el conjunto de las actividades económicas y, en consecuencia, los ingresos de los diferentes grupos sociales son sensibles, entre otros factores, a la variabilidad y a la evolución climática (CEPAL 2009 y 2010). Por ello, existe una preocupación creciente por los efectos de los eventos climáticos extremos asociados, parcialmente, al cambio climático sobre las actividades económicas y las condiciones sociales.
Ante este escenario, los países deberán hacer un esfuerzo simultáneo al recibir los impactos climáticos y adaptarse a las nuevas condiciones climáticas y, al mismo tiempo, instrumentar un proceso coordinado de mitigación de gases de efecto invernadero. Esta será una de las características que condicionará el estilo de desarrollo del siglo XXI.
Para ilustrar lo anterior: estabilizar las condiciones climáticas en un aumento no mayor a 2oC de temperatura, requiere limitar el flujo actual de emisiones y pasar de 7 a 2 toneladas per cápita en los próximos 40 años. Esto implica la necesidad de realizar cambios importantes en las actuales características del sistema económico y en los estilos de vida; reconociendo, al mismo tiempo, la inevitabilidad de estas modificaciones climáticas para instrumentar un activo proceso de adaptación.
Estos procesos deben considerar que el cambio climático se caracteriza por un alto nivel de incertidumbre y por la presencia de efectos asimétricos; esto es, los países que históricamente han contribuido con una mayor cantidad de gases de efecto invernadero son aquellos que reciben los menores daños mientras que los países con una menor contribución histórica son aquellos que reciben los mayores efectos negativos. En este contexto, América Latina y el Caribe presentan un dilema para el futuro inmediato; existe una asociación positiva entre PIB per cápita, consumo de energía per cápita y emisiones per cápita acompañado de un proceso discontinuo pero aún insuficiente de desacoplamiento energético y de menor intensidad de CO2 a energía. Ello se traducirá en un aumento paulatino de las emisiones inconsistente con un desarrollo sostenible.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Comisión Europea han venido trabajando con los países de Latinoamérica, en el marco del Programa EUROCLIMA, en el fortalecimiento de las capacidades y la generación de información para los tomadores de decisión, que permita conocer los impactos sociales y económicos del cambio climático en la región, en particular sobre la pobreza, la distribución del ingreso y la vulnerabilidad. Para informarse sobre los resultados alcanzados hasta la fecha y las actividades realizadas por el componente socioeconómico en el marco del Programa EUROCLIMA visite: http://www.cepal.org/ccas.
Este boletín dedicado a la “Economía y los efectos sociales del Cambio Climático” aborda algunos de los resultados de estudios realizados por la CEPAL para fortalecer las capacidades de actores regionales y brindar información de utilidad para la toma de decisiones.
Dr. Luis Miguel Galindo
Unidad de Cambio Climático,
División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos,
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)