El segundo informe del Panel Intergubernamental de Expertos de Cambio Climático, presentado el pasado 28 de febrero, incluye múltiples referencias a la necesidad de abordar la igualdad de género para lograr la adaptación y mitigación al cambio climático.
Teniendo en cuenta que son las sociedades y comunidades, así como los ecosistemas, los que verán limitados su capacidad de adaptación y mitigación, aumentando o reduciendo sus pérdidas y daños ambientales -que se traducen en pérdidas sociales y económicas también- el informe destaca que, para un abordaje a futuro del cambio climático, o se ponen en marcha condiciones catalizadoras que transformen estructuras políticas, fiscales, económicas y culturales, o no lograremos la adaptación ni la mitigación a sus impactos.
La repuesta a la adaptación climática pasa forzosamente por aplicar una mirada de género transformadora. Por un lado, con "estructuras formales" que diseñen instrumentos -leyes, políticas, planes- y mecanismos -herramientas, decisiones, disposiciones-, en los que las mujeres tengan acceso igualitario a recursos naturales para el sustento de sus economías locales y medios de vida. Por otro lado, desde las “estructuras informales” de la sociedad, aquellas que culturalmente nos moldean desde que nacemos en un contexto determinado -frecuentemente “imperceptibles”-, como son las normas sociales: normas que perjudican a las mujeres habitualmente, que condicionan o prohíben su participación, que debilitan su autoestima, su confianza, su habilidad, y que limitan el desarrollo potencial de capacidades que, como seres humanos, tenemos las mujeres. Esas normas atribuyen roles asignados socialmente a las mujeres y a los hombres. No podremos hablar de desarrollo ni de adaptación al cambio climático, si no se abordan estas “estructuras” formales e informales, desde una mirada transformadora con perspectiva de género.
A pesar de que la comunidad internacional ha puesto y pone grandes esfuerzos en el logro de la sostenibilidad ambiental y la adaptación al cambio climático -mediante numerosos convenios y acuerdos ambientales, instrumentos jurídicos y decisiones de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Medio Ambiente-, no se logrará la adaptación efectiva al cambio climático si estos no se abordan con una perspectiva de género que vaya más allá, que transforme las relaciones sociales, las estructuras y promueva la capacidad de la mujer en todos sus ámbitos y formas. Entendemos que son las sociedades y comunidades las que impactan sobre los ecosistemas, y por tanto en los servicios ecosistémicos que nos ofrecen la naturaleza y su diversidad biológica: el acceso a agua, el control de plagas, la barrera frente a nuevos virus y bacterias que afectan a la salud humana, animal y vegetal, la salud del suelo como sustento de actividades productivas que nos alimentan y de los bosques, que son los pulmones del planeta, y el hábitat de numerosas especies de biodiversidad, entre muchísimos otros.
La crisis sanitaria de la COVID19 ha agravado estas desigualdades; nuestras vidas se han remodelado por el desarrollo de la pandemia. La COVID19 ha profundizado los nudos estructurales de la desigualdad de género, dejando al descubierto la vulnerabilidad de las mujeres que se han hecho cargo de los cuidados en el hogar y en la comunidad, además de haber perdido trabajos remunerados. Ambas crisis contribuyen a incrementar la ya “gran” brecha de género en los países de América Latina y el Caribe.
Por tanto, la acción contra el cambio climático y la acción de recuperación post pandemia pueden y deben ser una oportunidad para identificar y abordar las desigualdades de género desde la formulación de políticas públicas inclusivas y con lente de género. Hacer frente a la complejidad social es un reto para todos los países -no existe un país en el mundo que vaya a lograr la plena igualdad en el horizonte propuesto por la Agenda 2030- y, en especial, supondrá un desafío para los países de América Latina y el Caribe con las desigualdades socioeconómicas y la volatilidad e inestabilidad política de sus gobiernos. La discriminación social no es producto de una sola causa, sino de un enfoque interseccional que cruza múltiples dimensiones sociales, entre ellas, género, clase social, origen étnico, racial, edad, orientación sexual, discapacidad, … en una misma persona.
Desde la línea 6 del programa EUROCLIMA+, género y grupos vulnerables, en FIIAPP, abordamos la adaptación al cambio climático, no con soluciones técnicas y tecnológicas, sino con el acompañamiento al desarrollo de planes, políticas, instrumentos y mecanismos que incorporen la perspectiva de género en las políticas públicas climáticas. Reconociendo que las sociedades más igualitarias serán más resilientes y estarán mejor adaptadas a los efectos del cambio climático.
El cambio climático no nos afecta de la misma manera, como tampoco somos todos y todas iguales en la sociedad. Sin embargo, la integración de la perspectiva de género en las políticas climáticas contribuirá al bienestar de todas y todos: mujeres y hombres.
Teresa Aguilar, Fátima Andrade:Técnicas Especialistas en Género y Cambio Climático del Programa EUROCLIMA + en la Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas, F.S.P. (FIIAPP)