Por su pequeño tamaño y la dificultad de determinar sus diferentes especies, la importancia de las briófitas ha sido históricamente poco divulgada, tendencia que desde hace unos años los científicos intentan revertir.
“Las briófitas son plantas que surgieron hace más de 500 millones de años y marcan la exitosa evolución de los vegetales desde los ambientes acuáticos hacia la tierra”, apuntó Goffinet, presidente de la Asociación Internacional de Briología.
Aparte de ser las primeras plantas en colonizar los ambientes terrestres, su relevancia recae también en su capacidad de adaptación, pues “crecen casi en todas partes, desde los desiertos más áridos hasta la selva más húmeda”, remarcó Goffinet, profesor de la Universidad de Connecticut (EE.UU.).
Desde el punto de vista de la evolución, “las briófitas son muy importantes porque pueden ayudarnos a entender cómo hicieron las primeras plantas para vivir en tierra y también nos pueden ayudar a comprender el origen de los vegetales de los que dependemos para comer y vivir”, detalló.
Su estudio “también nos puede aportar mucha información sobre la salud de los bosques o la calidad del aire que respiramos”, pues, según Goffinet, son “indicadores biológicos”.
Su capacidad de aportar información sobre el cambio climático es otra piedra angular del estudio de estos organismos, “muy susceptibles a los cambios de radiación solar o variaciones de la precipitación”, señaló.
Por tanto, para Goffinet, su estudio “es fundamental para conocer cómo estos organismos actúan o responden ante cambios climáticos, además de muchos otros secretos que la investigación nos puede desvelar”.
En este sentido, la importancia de Chile para el estudio de estas plantas es capital, puesto que posee uno de los rincones planetarios con más diversidad y abundancia de estos organismos.
El Parque Omora, un jardín de mil hectáreas en la Reserva Cabo de Hornos, en el extremo sur de Chile, alberga más del 5 % de la diversidad mundial de musgos y hepáticas, en un área menor que el 0,01 % de la superficie terrestre.
El origen de esta riqueza “podría responder a factores históricos, que aislaron esta zona de las grandes glaciaciones y de la influencia externa”, afirmó Goffinet, para quien “lo prístino del entorno, no alterado por el hombre”, conforma otro de los factores que han convertido este remoto rincón en uno de los altares de los expertos en estos minúsculos organismos.
De ahí que este lugar fuera escogido como sede del Congreso Internacional de Briología, que ha reunido hasta este domingo a más de un centenar de expertos.
“Quisimos reunirnos aquí debido a los esfuerzos realizados para estudiar la diversidad de las especies y también porque las autoridades han apoyado mucho todo esto”, destacó Goffinet.
Cada dos años, explicó, investigadores de todo el mundo se reúnen “para compartir sus progresos y conocimientos sobre la diversidad de las especies, sus respuestas fisiológicas y los genes que son necesarios para controlar el desarrollo de ciertos aspectos”.
Entre esos estudios destacan el “descubrimiento de organismos en los bordes de los glaciares, en la Antártida y el Ártico, capaces de revivir después de 800 años”, tiempo durante el cual se han mantenido inactivos debajo del hielo.
Y es que, si bien es cierto que las briófitas son muy sensibles a los cambios climáticos, su capacidad para soportar variaciones climatológicas extremas y estrés medioambiental es asombrosa, un don que las hace candidatas a convertirse “en uno de los últimos organismos que habitarán la faz de la Tierra”.
Por todos estos motivos, apuntó Goffinet, los expertos “están haciendo un esfuerzo para aumentar el conocimiento sobre este pequeño gran universo”.
Este diminuto mundo con grandes secretos aún por revelar espera paciente un cambio de visión que permita que la humanidad “descubra la relevancia y belleza de estos fascinantes bosques en miniatura, que se vuelven visibles con solo acercar una lupa”, concluyó el investigador.
Fotografía y noticia tomada de EFEverde