Cuando hablamos de adaptación al cambio climático es porque no podemos sentarnos a esperar los efectos de este fenómeno rogando para que nada nos pase.
Suceda lo que suceda este año en la cumbre de París, de donde debe salir un acuerdo obligatorio de reducción de emisiones para todos los países firmantes de la Convención de Cambio Climático, por regir en el 2020, lo cierto es que ya no podemos esquivar los impactos y urge prepararse adecuadamente.
Esto es así para todos los sectores, regiones y comunidades, que deberían tener su estrategia de adaptación. Una estrategia nacional puede servir de marco (por cierto que Costa Rica todavía no la ha elaborado y sin duda urge), pero la organización a nivel local y sectorial es la que puede hacer la diferencia.
Quisiera hablar específicamente del sector turismo, no solo por ser una actividad de gran impacto económico y efecto multiplicador en Costa Rica, sino precisamente porque el sector aún adolece en la práctica de una estrategia de adaptación.
Vimos lo que sucedió en el Golfo de Nicoya hace unos días con el hundimiento de un catamarán y donde murieron cuatro personas. Esto no puede tildarse de cambio climático, fue un accidente desafortunado producto de los fuertes vientos característicos de este periodo del año y que causan problemas pero nunca antes un desastre como este.
Desconozco cuánto podrá estar impactando este hecho al turismo de este tipo pero, sin duda, lo estará haciendo en menor o mayor medida. Imaginen lo que podría suceder entonces en el futuro con eventos hidrometeorológicos extremos atizados por el cambio climático si no estamos preparados.
¿Es que nos vamos a quedar con los brazos cruzados confiando en que los huracanes, que van a ser más fuertes, no sigan pasando por acá, que las inundaciones nunca alcancen a un bus de turismo o que las fuertes sequías no acaben con el agua disponible en regiones de alto tráfico turístico como Guanacaste?
No dudo, y como turistóloga también, que aspectos como vuelos directos y de mayor frecuencia a mercados clave, mayor inversión (no solo en infraestructura turística, sino en general) y mayor cantidad de visitantes (bien distribuidos) puedan ayudar al dinamismo del sector. Pero si hay un aspecto clave que puede dar al traste o hacer crecer un destino es el tema de la seguridad.
No hay que pensar solamente entre los extremos de un robo casero y un ataque terrorista (de los que afortunadamente no hemos sido víctimas), sino también en el cambio climático. Y si no estamos preparados con un buen plan que ayude a sectores como el turismo a adaptarse (prevenir y reaccionar), no habrá “perezoso” que nos salve, a propósito de las campañas de Costa Rica en el exterior.
Estamos a tiempo, pero tenemos que actuar ya. Hay signos de alarma. Por ejemplo, el mar le está ganando terreno a nuestras playas debido al cambio climático tanto en el Caribe como en el Pacífico desde Punta Salinas hasta Punta Banco. Estamos experimentando también un mayor estrés hídrico en algunas regiones, mientras que en otras llueve excesivamente en periodos muy cortos, e incluso el avistamiento de especies silvestres ya no es una actividad que se pueda programar como antes.
La pregunta es: ¿cómo nos estamos preparando al aspecto? Si hay algo cierto es que el cambio climático se nos viene encima hagamos algo o no, pero con resultados muy diferentes en cada caso.
Noticia y fotografía tomada de El Financiero