Los ecosistemas naturales, la agricultura, los recursos hidráulicos y la salud humana en América Latina se han visto afectados en los últimos años por inusuales fenómenos meteorológicos extremos.
Por ejemplo, la selva tropical del Amazonas es cada vez más susceptible a los incendios debido al aumento de sequías relacionadas con el fenómeno El Niño, mientras que las sequías relacionadas con La Niña crean severas restricciones para las demandas de suministro de agua e irrigación en la zona central occidental de Argentina y la zona central de Chile entre 25°S y 40°S.
Las sequías relacionadas con el impacto de El Niño en el flujo de las cuencas de la región andina de Colombia (especialmente en la cuenca del río Cauca) son la causa de una reducción del 30% en el flujo medio, con un máximo de pérdidas de un 80% en algunos afluentes, mientras que la cuenca del río Magdalena también muestra una alta vulnerabilidad (pérdidas del 55% en el flujo medio).
Por consiguiente, la humedad del suelo y la actividad vegetal se han visto fuertemente reducidas / aumentadas por El Niño / La Niña en Colombia. La energía hidráulica es la principal fuente de energía eléctrica de muchos países latinoamericanos y es vulnerable a las anomalías en las precipitaciones a gran escala y persistentes causadas por El Niño y La Niña. La combinación del aumento en la demanda de energía con la sequía causó prácticamente una interrupción en la generación de hidroelectricidad en la mayor parte de Brasil en 2001, que contribuyó a una reducción del producto interior bruto (PIB) del 1,5%.
Las sequías favorecieron el desarrollo de epidemias en Colombia y Guyana y se produjeron brotes del síndrome pulmonar por hantavirus en Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Panamá y Brasil tras prolongadas sequías, probablemente debido a las intensas precipitaciones e inundaciones que siguieron a dichas sequías, las cuales aumentaron la disponibilidad de alimento para los roedores peridomésticos (que viven tanto en el interior como en el exterior). Las sequías prolongadas en el noreste semiárido de Brasil han provocado la migración rural-urbana de los granjeros de subsistencia y una reaparición de la leishmaniasis visceral.
También se ha informado de un aumento significativo de la leishmaniasis visceral en Bahía (Brasil) tras El Niño en los años 1989 y 1995. La migración humana causada por la sequía, la degradación ambiental y las razones económicas puede diseminar enfermedades de formas inesperadas, y pueden aparecer nuevos lugares de cría de los vectores para los portadores debido al aumento de la pobreza en el área urbana, a la deforestación y la degradación ambiental en el área rural.
Existe una cierta confianza en que las sequías se intensificarán en el siglo XXI en algunas estaciones y en regiones como México, América Central y el noreste de Brasil, debido a la disminución de las precipitaciones y/o al aumento de la evapotranspiración. En otras regiones en general la confianza es baja por los inconsistentes pronósticos sobre los cambios en la sequía (dependiendo tanto del modelo como del índice de sequedad). Las cuestiones de definición, la falta de datos de observación y la incapacidad de los modelos para incluir todos los factores que influyen en las sequías impiden tener una mayor confianza en los pronósticos de sequía.
Los cambios en el uso de la tierra han intensificado la utilización de los recursos naturales y han exacerbado muchos de los procesos de la degradación de suelos
Casi tres cuartas partes de las zonas áridas están moderada o gravemente afectadas por procesos de degradación. Los efectos combinados de la acción humana y el cambio climático han provocado un elevado índice de descenso continuo en la cobertura terrestre. En particular, los índices de deforestación de la selva tropical han aumentado desde 2002 debido al cambio en el uso de la tierra (deforestación, tala selectiva y fragmentación de la selva).
Existen pruebas de que los aerosoles de biomasa quemada pueden cambiar la temperatura y las precipitaciones regionales en la zona sur de la Amazonía. La biomasa quemada también afecta a la calidad del aire regional, con implicaciones para la salud humana. La actuación sinérgica de los cambios en el uso de la tierra y el cambio climático aumentará considerablemente el riesgo de incendio de la vegetación y, por tanto, provocará un incremento potencial de la degradación del suelo.
Los futuros planes de desarrollo sostenible deberían incluir estrategias de adaptación para mejorar la integración del cambio climático en las políticas de desarrollo
Algunos países se han esforzado para adaptar, especialmente mediante la conservación de los ecosistemas clave, los sistemas de alerta temprana, la gestión de riesgos en la agricultura, las estrategias para inundaciones, sequías y gestión de costas, y los sistemas de vigilancia de enfermedades.
Sin embargo, la efectividad de dichos esfuerzos es superada por, entre otros: la falta de sistemas básicos de información, observación y seguimiento; la falta de desarrollo de capacidades y de marcos políticos, institucionales y tecnológicos adecuados; los bajos ingresos; y los asentamientos en zonas vulnerables. Los objetivos de desarrollo sostenible de los países latinoamericanos se verán seriamente comprometidos si no se realizan mejoras en estas áreas, lo que afectará de forma negativa, entre otras cosas, su capacidad para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.